La reciente agresión sufrida por el intendente de La Calera, Fernando Rambaldi, presuntamente a manos de Martín Rufeil y su hijo, familiares del exintendente Facundo Rufeil, es un claro ejemplo de cómo la violencia se entrelaza con la política en nuestro país. Este incidente, ocurrido en el barrio privado La Estanzuela, no solo revela la peligrosidad inherente a las luchas de poder locales, sino que también delata una cultura política corrupta y decadente.
El ataque, según denunció Rambaldi, tuvo lugar mientras se disponía a reunirse con vecinos, un acto que, irónicamente, debería simbolizar la transparencia y el compromiso con la comunidad. Sin embargo, fue abordado violentamente en lo que parece ser un acto de intimidación y represalia. La violencia ejercida por los familiares del exintendente no puede verse en aislamiento; sino más bien como síntoma de un sistema donde la corrupción y la impunidad prevalecen.
La corrupción política se manifiesta no solo en el desvío de fondos o en el clientelismo, sino también en la violencia física, que es utilizada como herramienta para mantener el control y silenciar opositores. El hecho de que un joven de apenas 18 años se haya visto involucrado en este tipo de actos es especialmente alarmante, ya que sugiere una perpetuación generacional de estas prácticas corruptas y violentas.
La denuncia de Rambaldi, respaldada por pruebas como las filmaciones de las cámaras de seguridad y testimonios de vecinos, debe ser investigada con la mayor rigurosidad por la Fiscalía del Distrito 4 Turno 6. Este caso no solo afecta a La Calera; es en realidad un espejo de la fragilidad de nuestras instituciones democráticas. Es esencial que se haga justicia ante la presencia de estos actos, no solo por el hecho de violencia en sí, sino para enviar un mensaje claro: la política debe ser un ámbito de servicio y transparencia, no un campo de batalla regido por la corrupción y la violencia.
La ciudadanía debe exigir rendición de cuentas y castigo ejemplar para aquellos que utilizan la violencia como medio de coerción. Solo así podremos empezar a erradicar la corrupción que tanto daño ha hecho a nuestra democracia.
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