Desde abril, la economía está siendo conducida como un avión que debe aterrizar sin turbulencias justo en la pista electoral (octubre2025). Y si bien el descenso en la inflación parece real, muchos se preguntan si la economía está bajando bien... o simplemente apagando los motores.
Las medidas para frenar los precios –como no comprar dólares, no subir tasas y facilitar ciertas importaciones– buscan calmar las aguas sin enfriar el consumo. Pero el problema es más profundo: no se trata solo de cuánto suben los precios, sino de cómo vive la gente. Y ahí es donde este plan muestra sus límites.
El “modelo 2%” no explica qué pasa con los salarios, con el empleo precario o con el crédito para las PYMEs. Tampoco dice cómo se van a evitar nuevos sobresaltos cuando se intente liberar el cepo para las empresas. Y aunque las metas con el FMI parecen cumplirse “a medida”, el acuerdo con la sociedad todavía está en veremos.
Si el Gobierno logra bajar el riesgo país y refinanciar la deuda externa, podría abrir una nueva etapa. Pero si la estabilización no viene acompañada de un horizonte de bienestar real para la mayoría, la calma será apenas una tregua.
Porque una economía sin inflación no es, por sí sola, una economía justa. Y sin justicia social, ninguna estabilidad dura mucho.
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